jueves, 14 de octubre de 2010

ALGUNOS ASPECTOS RELATIVOS A LA VIDA DEL CIUDADANO GRIEGO EN SU POLIS

Acrópolis de Atenas


La formación de la Ciudad

Uno de los rasgos más sobresalientes de Grecia Antigua participa, simultáneamente, de aquellas razones profundas que sirvieron para dar origen a maravillas y carencias:

Todo el territorio estaba dividido en infinidad de ciudades que constituían lo que hoy, por decir así, llamaríamos otros tantos “estados” o “comunidades autónomas jurídicamente organizadas”. Esta realidad se hallaba tan íntimamente arraigada en la conciencia helénica que durante el siglo IV los espíritus mas elevados y reconocidos consideraban esa situación un hecho natural. De este modo pensaba Aristóteles, para quien había dos clases de seres humanos:

a) Los que se “sumen” en poblaciones amorfas, salvajes, de monstruosas proporciones y,
b) Los que están armoniosamente asociados en ciudades.

Indudablemente, sin llegar a determinarlo, la muy quebrada geografía del lugar contribuyó bastante a cristalizar esa fisonomía unicelular.

Según el mismo filósofo los griegos pasaron por tres etapas fácilmente discernibles:

La primera comunidad fue formada por marido y mujer generando que aquellos que comían en la misma mesa y respiraban el mismo humo del altar formasen familia (oikia). Luego, partiendo desde ese núcleo, saliendo como por “enjambre” y a modo de colonia, la pequeña aldea (komé) para, posteriormente, en virtud de la asociación de varias de éstas, obtenerse una comunidad perfecta, la polis.

Dado lo expuesto, el Estagirita concluye que la ciudad es un hecho natural resultante de las anteriores uniones –naturales también- nacidas de la mismísima necesidad de vivir; el individuo, consecuentemente, no puede comenzar su buen desarrollo sino dentro del seno familiar y tampoco, más tarde, puede completar su formación personal sin nutrirse de la Polis. De allí, entonces, que pronuncie el clásico y repetido aserto, “el hombre es un ser político”.

Desde una óptica historicista, se sabe que los primeros humanos considerados griegos llegaron al territorio balcánico como pastores seminómadas; fueron los Aqueos, y a partir de ellos una parte recibió luego el nombre de Jonios y otra de Eolios. Estaban acostumbrados a errar con sus rebaños y no tenían ni noción aproximada de algo siquiera parecido a lo que sería la Ciudad-Estado; su pertenencia era, humildemente, al mero clan patriarcal, cuyos miembros descendían de idéntico antepasado y eran adoradores del mismo Dios; denominaban a su conjunto como Patria o, más frecuentemente, Genos.

Aquellos clanes se reunían, a su vez, en asociaciones más grandes, verdaderas fraternidades a las que denominaban Fratrias, que resultaban verdaderos gremios de guerra donde los intervinientes se llamaban Fratores o Fraterios, Etai o Etaroi.

Cuando las Fratrias se conjuntaban para hacer expediciones agrupándose, se las denominaba Tribus o Filai; cada una reclutaba su ejército (Filopis) obedeciendo a su Rey (Filo Basileus) pero, todas las partícipes reconocían la autoridad de un Rey Supremo, el Basileus en Jefe. Durante esa época solamente el Genos tenía una organización sólida y duradera, las otras eran ordenamientos “ad-hoc”, para el caso.

Llegado el momento en que el Genos se hizo sedentario en suelo griego, todos los que perpetuaban la sangre del mismo antepasado continuaron reuniéndose alrededor del hogar común. Esta forma de asociación tuvo la determinante característica de gozar muy especialmente su completa independencia, no admitiendo límite a lo que hoy podríamos asimilar a “su soberanía”.

Además, el conjunto no reconocía otras obligaciones que las impuestas por su religión; tampoco aceptaba otras virtudes que las que contribuían a su honra (presente y futura); todo lo que formaba parte de la agrupación (personas, animales y cosas) estaba unido por un lazo de solidaridad absoluta, “Filotes”, palabra ésta que designa mas técnica que sentimentalmente el tipo de nexo existente. Solo la “Filotes” provoca y determina el “Aidos”, es decir, la conciencia del deber, que es siempre recíproco y entre parientes de cualquier grado.-

Evidentemente, entonces, esa pequeña entidad social enfrentaba un asunto esencial: El esfuerzo por preservar la independencia, que era su orgullo, valiéndose de la solidaridad interna, que era su fuerza, en la conciencia de que para lograr aquel fin debía bastarse a sí misma.

El Genos de aquella época remota posee junto con la casa, consagrada por el hogar, todas las tierras de los alrededores, también consagradas por las tumbas de los antepasados.
En razón de lo anterior, la propiedad se piensa y siente como colectiva, inalienable, indivisible y adquirida por una vocación sucesoria elemental, se trasmite por todos los muertos a todos los vivos.-

En general, caseríos y aldeas se establecían cerca de una colina, elemento estratégico derechamente encaminado a servir de refugio al producirse cualquier beligerancia. Allí quien tenía responsabilidades de gobierno se convocaba con los ancianos para tomar resoluciones que afectaban a la comunidad.
La mayoría de las colinas estaban fortificadas, algunas rodeadas con empalizadas, otras con muros de piedras.

Idiomáticamente, debido a la influencia ejercida por ese orden urbano, es el poblado alto lo que primeramente se designa como Polis; al caserío bajo y demás suburbios afectados a distintos fines de utilidad productiva o comercial, se lo llama Asty.

En la poesía homérica, como ejemplo paradigmático, la Polis merece siempre, ante todo, el epíteto de “elevada”, la Acrópolis es siempre el punto referencial y son varios y abundantes los giros para indicarla como “escarpada”, “bien construida”, “rodeada de torres”, etc. Además, y fundamentalmente, como contiene la estatua de la Divinidad Tutelar y el Palacio del Gobernante, sólo ella es Santa, Rica, Espléndida.

Recuérdese a título ilustrativo que cuando Hécuba quiere realizar súplicas y llevar su ofrenda a Atenea, reúne a las troyanas en el asty para subir con ellas a la polis.

Sin perjuicio de lo precedente, se va apreciando desde los cantos más recientes de la Ilíada y en toda la Odisea que paulatinamente se borran diferencias con el asty por efecto del crecimiento e importancia económica que va cobrando la agricultura y el comercio desarrollados en él.

Coincidentemente, quienes se habían enseñoreado de la parte alta debieron progresivamente ocuparse más y más de lo que sucedía “abajo”. Resulta estrechamente vinculado con este asunto que los reyes de las primeras dinastías generalmente fueran enterrados en hoyos cavados dificultosamente sobre las pétreas alturas fortificadas y los siguientes en tumbas con cúpulas construidas fuera del alto recinto.

Lenta, pero continuamente, la palabra que se usaba para designar a una acrópolis fue nombrando directamente a toda la ciudad. Para llegar a esto no ocurrió que se fueron rompiendo los marcos sociales existentes; la polis se fue convirtiendo en un organismo político sin suprimir los Genos, las Fratrias y las Tribus. Por el contrario, no hubiera podido lograrlo sin englobarlos, porque habitaban un territorio medianamente vasto, precisamente, designado con otra palabra que llegaría a denominar el conjunto de quienes lo habitaban: “Demos”. De allí, pues, que la ciudad terminó dando al Demos la unidad o completitud conceptual que le faltaba agrupando, eso sí, a individuos que se integraban en sociedades gentilicias vinculadas unas a otras; de ningún modo en forma unipersonal, o directamente.

Conforme lo manifestado, el máximo titular de gobierno no podía dar órdenes y hacerlas ejecutar si no contaba con el consentimiento y subsiguiente accionar de los jefes tribales quienes, a su vez, nada podían hacer sin la intervención de los jefes familiares. Como máximo, se puede llegar a colegir que la Demos Phatis tendía a restringir la solidaridad familiar en tributo de una concepción de pertenencia más amplia.

Es necesario a este respecto destacar con nota de especial relieve que todo el importantísimo avance de marras hubiera podido propiciar que la Grecia Antigua alcanzara antes un desarrollo que solo pudo conseguir, en los hechos, con el retraso acarreado por haberse precipitado sobre su territorio los pueblos Dorios. Éstos fueron un verdadero trastorno general; las viejas monarquías se derrumbaron, el esplendor de Micenas se desvaneció para siempre en manos de los semi-bárbaros que, sin haber recibido nunca la benefactora influencia de la Civilización Egea, terminaron produciendo un retraso de siglos.

Todo lo adelantando por genos y tribus tendió a impregnarse de un carácter fuertemente guerrero y la evolución que ensayaba los mejores elementos fundantes de la brillante Ciudad-Estado cesó completamente.

El lugar de relevancia fue de nuevo un asentamiento de la fuerza desde donde el conquistador vigilaba a siervos encorvados sobre la gleba.
Como símbolo representativo del momento recuérdese que, en la cóncava Lacedemonia, se unieron cuatro aldeas nombrándose Esparta; en Argos se juntaron las dos acrópolis de Larisa y Aspis con un poblado bajo donde las tres tribus dorias admitieron una que no lo era; en Creta se establecieron en todas las eminencias erguidas sobre los fértiles valles.

ALGUNOS CARACTERES DE LA CIUDAD EXISTENTE

Profundizando un poco lo ya señalado corresponde indicar que la necesidad de defensa cubierta por la acrópolis fue extendiéndose hacia el asty, cuyo desenvolvimiento económico generó la construcción de un extenso recinto fortificado. Troya mostraba ya un asty rodeado de torres dispuestas en las murallas provistas de puertas. De allí, pues, que Aristóteles señale el sistema defensivo limitado a la acrópolis como conveniente para monarquías y oligarquías, mientras que a la democracia le son preferibles fortalezas de llanura (Política). No obstante, y mas allá de cualquier consideración filosófica, lo cierto era que cuando un pueblo comenzaba a enriquecerse y a engrandecer su influencia territorial y política, tenía la prudencia de proveerse buenas murallas protectoras.

A modo de ejemplos concretos puede citarse:
-Mileto en Jonia, Assos en Eolia y Nidos en Doria eran todas plazas fuertes.
-Tusídides hace suceder al período de las poblaciones abiertas el de las fortificadas.
- Los pisístratas construyeron los muros pelásgicos alrededor de Atenas.

Así también como todas las cosas de la antigüedad esa misma necesidad de protección se expresaba religiosamente: Cada ciudad tiene su divinidad tutelar, patronal y… así como cada familia se reúne ante el ara doméstico, los ciudadanos celebran el culto políada en el hogar comunitario de su polis. Frente a éste se ofrecen los sacrificios para atraer la providencia celeste resultando que, durante mucho tiempo, el centro de adoración sagrada tuvo asiento en la sede del Palacio Real oficiando de Gran Sacerdote el Rey. A posteriori, cuando la el sistema unipersonal fue derrocado, ese hogar común permaneció dentro del edificio donde moraba el monarca resultando, finalmente, inseparable de ese sitio (Diosa Hestia). El Pritano o el Comité de los Pritanos se convirtió así en el centro del Pritaneo y Hestia fue, de esa manera, la Guardiana.

Tito Livio manifiesta que no hay ciudad sin Pritaneo y por las ruinas de Olimpia se puede pensar seriamente que el sitio donde se adoraba a Hestia consistía en un pequeño santuario cuyo centro estaba ocupado por el altar con una fosa llena de cenizas y, en el fondo de la construcción, varios comedores y una cocina provista de lo necesario.


Cada vez que se fundaba una colonia, los emigrantes tomaban el fuego del hogar de la metrópoli que sería conservado en el nuevo Pritaneo. Este nombre, en verdad no importa, en diversos sitios se los denominaba de diferente modo pero lo que cuenta es, en definitiva, que siempre consistía en un lugar similar destinado a idéntica finalidad.

No lejos del Pritaneo se elevaba el Buleterion, edificio donde residía el Consejo. Cualquiera fuese el régimen político de la ciudad, no podía prescindirse del Consejo. Siempre hubo una forma de actuar más “restringida y funcional” que cumplía funciones políticas como “preparar decretos”, “ponerse en contacto con diferentes Magistrados”, “recibir embajadores o comisionarlos”. Que este consejo se llame en algunos pueblos Bulé o en otros Gerusia no implica que se cambie lo esencial de sus funciones.

Según el régimen que hoy día llamaríamos “ordenamiento constitucional” de aquellas viejas polis, el conjunto del pueblo puede no ejercer ningún Derecho Político o, por el contrario, tenerlos todos pero, eso sí, es siempre indispensable que pueda congregarse. Para esa reunión, que se llama

Ágora se usaba una Plaza Pública que fue, precisamente, aquella que trasmitió su nombre a la asamblea que se celebraba sobre la misma. Era, ante todo, el terreno público donde se establecía el mercado y, por eso, debía disponer de un cierto fácil acceso, pero no excesivamente franco.

Tenía que permitir llegar a él fundamentalmente por tierra y, con mayor grado de resguardo, desde el mar. Esto así, porque servía para facilitar las operaciones que, según Aristóteles, se realizan con miras a satisfacer las necesidades mutuas que unen a los hombres…Pero la apuntada precaución se vinculaba con una la moderación de su proximidad al mar, dado el temor a los ataques enemigos o, principalmente, de los piratas que podrían llegar a realizar incursiones sorpresivas.

Por este motivo de intercurrencia socio-económica-política el Pritaneo estaba generalmente cerca del Agora. Esta forma de “instalarse en el medio” era tan inherente al modo de ser griego que hasta se repetía en el campamento de guerra, donde también se daba espacio a un Agora. Así ocurrió en la Guerra de Troya, donde los jefes aqueos y sus combatientes se citaban para dirigir y escuchar proclamas o resolver en justicia. Este ámbito y órgano público es, con sus modismos y diferencias casuales, perfectamente esencial al espíritu de la vida griega; tanto, que Homero grafica el salvajismo de los cíclopes haciendo notar que no tienen asamblea para deliberar y

Herodoto, por su parte, distingue a griegos de persas porque unos tienen Agora, mientras los otros, ni siquiera, mercado en sus aldeas feudales.
Consecuentemente, la ciudad, el centro de vida enriquecedor, prueba su valía con:
* Acrópolis
* Pritaneo
* Buleterion y
* Agora

Obviamente tiene también una extensión que incluye ámbitos suburbanos y rurales que le son indispensables para vivir. Casi siempre está por allí el puerto, a cierta prudencial distancia, para proveer mercadería y sacarlas pero, como se anticipara, con una distancia o accidente geográfico natural que de tiempo al resguardo.

La ciudad mantiene siempre la repartición de los ciudadanos en tribus y fratrías. Su misma formación no se podría explicar sin ellas pero, ciertamente, el carácter gentilicio y noble de los principios fue alterándose por el progreso de las formas político-sociales que condujeron a la democracia.

Afinando un poco los datos anteriores se puede indicar que:
* Atenas y Esparta son dos excepciones territoriales dentro de la “Gran Población Griega”, por las extensiones que alcanzaron sus dominios.
* Así, Esparta, cuando agrandó Laconia con Mecenia, gobernaba un territorio de 8.400 km2, esto es 2/5 partes del Peloponeso.
* Atenas, en tiempos de su mas grande extensión –con Salamina y el distrito de Oropos, en el límite de Beocia y el Ática) alcanzó 2.650 km2.-
* Argos, 1.400 km2.-
* Corinto, 880 km2.-
* Tebas, durante el s. V, y en la confederación Beocia alcanzó 1000 km2, sobre un total de 2.580, cuyo resto se repartían 12 ciudades usando una superficie media de 130 km2.-
* En Asia Menor, donde no falta espacio para nada, las ciudades jónicas tienen entre 200 y 1.500 km2.-
*Entre las islas, Egina tenía 85 km2, Melos 150km2, Naxos 448 km2, Samos 468 km2.- La más grandes: Rodas (con 3 ciudades) 1460km2 y Lesbos (con 5 ciudades) 1740 km2.-
Ahora bien, considerando esos datos objetivos…¿La densidad de población compensaba la exigüidad del territorio?

Para empezar a estimar el interrogante es tengamos presente la continua emigración que dispersó a los griegos por todo el Mediterráneo.
Platón ve que ese fenómeno se causa por “la estrechez de la tierra” y, por esto, en la imposibilidad de alimentar un número demasiado grande de habitantes (Leyes).

En realidad, el exceso de habitantes es ciertamente relativo; proviene de dos motivos; uno de éstos permanente, la gran cantidad de tierras estériles; otro histórico, el acaparamiento de buenos predios por los aristócratas y su posterior subdivisión sucesoria.

Además, ese pueblo que tenía la pobreza del medio como “hermana de leche”, evitaba siempre, y en todas partes, las familias demasiado numerosas. Por ello no fue solo la formación de colonias lo que impidió el aumento de individuos en grandes proporciones.

Los griegos recurrían sin problemas a restringir la natalidad llegando el mismo Hesíodo a recomendar la procreación de hijo único en Trabajos y Días.
Es perfectamente cierto que la población practicaba abortos, infanticidios, abandono de recién nacidos y amores anormales.

En consecuencia, puede llegar a estimarse sin error que la polis es tan modesta por su extensión territorial como por su número de habitantes.

Más aún:
* Hippódamos de Mileto (citado por Aristóteles en Política, II), creía que la ciudad ideal no debería tener mar de 10.000 ciudadanos.
* Platón (en Las Leyes, V) dice que la ciudad debería de poblarse suficientemente como para poder defenderse de las urbes vecinas o ayudarlas, pero sin impedir que los habitantes puedan conocerse entre ellos y escoger seriamente a los gobernantes. Ese número los fija en forma pitagórica: 1 x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 x 7 = 5.040.-
* Aristóteles observa en la relación que hay entre el número de pobladores y el espacio disponible la materia que el hombre de gobierno debe tener muy presente en su labor: “No debe confundirse la gran ciudad con la populosa”; “…los esclavos y extranjeros no son más que residuo impuro, lo importante es la cantidad de ciudadanos”.

Explica después que “hay una medida de grandeza para la ciudad como la hay para todo”. De ese modo, si la polis no halla esa medida justa a su caso particular, no podrá lograr el fin que le es propio. Concluye con una manifestación tajante: “Una sociedad de 100.000 componentes no es mas sociedad que una de 10 miembros (Arit. Política IV – Ética Nic. IX).

En verdad, los pensadores no hacían más que reducir a sistema los hechos que veían y vivían en su generación, la entidad y consecuencias del problema resultando, muy ciertamente también, que pocas polis superaban el número preconizado por Hippódamos.

La Atenas de Pericles tenía alrededor de 40.000 ciudadanos; Siracusa y Argos unos 20.000 en idéntica época, aunque Siracusa alcanzaría luego unos 50.000, según Plutarco.

Al número ideal llegaban solo una veintena durante el siglo. V, entre ellas: Mileto, Éfeso, y Halicarnaso; Tebas y Corinto; Rodas y Mesena; Olinto, Trento y Crotona.
Para todo lo inmediatamente anterior debe tenerse presente que la masa de metecos y esclavos estaban excluidos del Agora y, fundamentalmente, que la reducida cantidad indicada incluía opulentas cualidades intelectuales y morales conducentes, en definitiva, a la influencia fundacional que tendrían en nuestra cultura.-

Buscando precisar otras cuestiones, corresponde ahora volver a citar que, siendo autónoma, la polis tiene como condición esencial y permanente su libertad, que nace de la misma libertad individual ejercida por cada ciudadano y se ordena a la colectiva en la idea del bien común.
La verdadera pasión por la libertad vincula derechamente al concepto de independencia, lo cual implica que cada polis, por pequeña que sea, se considera soberana, tal cual ya se adelantara.

Si tomáramos dos polis vecinas, todo las separa, las mojoneras sagradas trazan líneas de limitación profundas, poniendo términos tanto al espacio territorial como a leyes, calendarios, monedas, religiones, pesos y medidas y hasta meras afecciones.
Pensando que para los griegos hacía a la patria todo aquello que los unía entre sí dentro de cada ámbito urbano -desde el antepasado común hasta cada componente del medio circundante- hoy día su patriotismo aparece demasiado concerniente a la inmediatez material o sanguínea. Sin embargo, en los crudos hechos, ocurría que todo lo conducía en ese sentido: Llegado el día en que el efebo, ya mayor, prestaba juramente cívico, debía a la ciudad todos sus pensamientos y sangre. No se consagraba a una abstracción, sino a algo concreto y tangible que lo entornaba y lo ubicaba en el universo.

La tierra patria es el recinto familiar, las tumbas de los abuelos, la montaña próxima, los templos en que hace los sacrificios, la acrópolis a que sube en procesión y a la cual cada generación quiere dejar más grande y mejor de lo que le fue cedida.
Saliendo de ese micro cosmos, de ese sitio perfectamente delimitado, el griego está, literalmente, en el extranjero. Tal concepción encerraba consecuencias severas y, a veces terribles. Los odios entre Genos y Demos se paliaban muy difícilmente bajo la autoridad del poder público, siempre quedaban huellas.

En el Ática, por ejemplo, no podían casarse entre las gentes de Palena y las de Hagnonte. Asimismo las luchas entre facciones políticas se confundían con peleas de familias influyentes y cuestiones de venganza. Aristóteles constata que la mera topografía mantenía extrañas enemistades como entre el islote de Clazomenes y el barrio de Quitrón (Arist. Pol. VIII).

Este particularismo, estrecho y celoso, exponía al conjunto de poblaciones a muchas amenazas como, por ejemplo, la conquista bárbara, que la Grecia del Asia Menor no pudo evitar y la Grecia Europea estuvo a punto de no poder superar en razón, como se indica, de estos fuertes egoísmos locales. Al mismo tiempo, como señaláramos desde un comienzo, esas mismas tendencias eran las que contribuían a dar a su civilización una infinita riqueza.

LA CIUDAD DEMOCRÁTICA

Los atenienses, en clara contraposición a los espartanos, se vanagloriaban de ser autóctonos, lo que significaba que entre ellos no había ni raza dominante ni raza esclavizada.
Cuando fueron formando su “Estado-Ciudad-Democrático” lo hicieron por medio de un movimiento social que hizo de todos los áticos, atenienses por igual y de Atenas Capital de un pueblo unido, en nada parecido a la Confederación Beocia y las pretensiones hegemónicas de Tebas. Atenas hizo base en esa igualación étnica y territorial para alcanzar el logro de la igualdad política como expresión de su desarrollo moral.

Tal como se sabe, a mediados del siglo V su régimen adquirió forma definitiva y la mantuvo hasta el fin de la independencia griega. Sin embargo, conviene observar que la real valía de un orden de convivencia jurídico-político en vigencia depende esencialmente del espíritu con que es practicado, con que es vivido, no formalizado. En tal sentido, la época de Pericles, exhibe una actividad política que demuestra un equilibrio admirable entre las prerrogativas del individuo y los derechos asignados al poder.

La libertad individual es absoluta: Desde que Solón prohibió garantizar una deuda con la persona del deudor, este principio fue extendiendo su aplicabilidad por interpretación. Así…Ningún ciudadano, bajo ningún pretexto, puede ser esclavizado ni sometido a dominación, ni condicional ni temporalmente considerada.

El apremio físico no existe, ni con motivo de acreencia fiscal o particular.
Con la responsabilidad pasa algo semejante: La prohibición hecha por Solón vale a “fortiori”, por extensión, para la familia del deudor o la del condenado.

Es cierto que a principio del siglo de marras algunos crímenes gravísimos, como el de traición, se castigaban con sanciones colectivas, pero el Estado –Ciudad va renunciando de a poco a esta posibilidad y, al final del período, ni pena de muerte ni proscripción recaen sobre los hijos del culpable.

Con estos adelantos el Ática se convierte en paradigma de libertad: No hay esclavos entre sus ciudadanos (Esq. Los Persas 241 u sgtes y Eur. Las Suplicantes 404 y sgtes)
Los extranjeros mismos respiran en este ámbito un aire vivificante que atrae a todos los exiliados: Desde Herodoto de Halicarnaso hasta Demócrito de Abdera, quienes llegan a expresar que es mejor vivir pobre en una democracia que gozar de una “apariencia de felicidad” en la opulenta corte del opresor.

Hallándose orgullosos de ser libres, los atenienses lo están aún más de ser iguales porque, precisamente, saben que esa igualdad es condición previa de la libertad; por lo mismo que todos son hijos de la madre Atenas, no pueden ser unos mas que otros.

Las dos palabras que sirven especialmente para distinguir su régimen político de otros son:
Isonomía: Igualdad ante la Ley e
Isegoría: Igualdad de Derecho para hablar, para expresarse.
Por eso, aún existiendo antecedentes de nobleza, se pasaba por alto el nombre de familia ocurriendo que todo ateniense unía a su nombre personal el de su Demos.
En pocas palabras, todos los ciudadanos tienen derecho a ingresar en la asamblea para votar y hablar.-

Así también, cuando alcanzan la edad requerida pueden tomar asiento en la Heliea (Tribunal Supremo) como jueces; pueden ser candidatos al consejo y demás funciones públicas admitiéndoselos al mismo tiempo para cumplir trabajos de gobierno y responsabilizándoselos de obedecer debidamente.
Participan en las fiestas públicas, procesiones, sacrificios, juegos y representaciones teatrales, sin otra precedencia que la debida a los magistrados.

En consecuencia de esa igualdad basal es el mérito individual lo que abre camino a la honra de los cargos públicos. Nadie, siendo capaz de servir a la ciudad, será impedido de hacerlo por cuestión de ubicación social.
La existencia de igualdad de derechos no engendra un absurdo igualitarismo. Se reconocen las obvias diferencias de prerrogativas y obligaciones que hacen a la operatividad de los distintos cargos y funciones.

* Los Thetes (los más pobres, literalmente los que trabajan por un sueldo) sirven en la flota como remeros y, de ser necesarios, en el ejército como soldados de infantería ligera; consecuentemente no deben nada al Fisco por no alcanzar el ingreso mínimo que lo hace exigible.
* Los zeugitas (labradores que podían mantener una yunta de bueyes “labradores de un par”) sirven como hoplitas y pagan el impuesto extraordinario de guerra (eisphora, impuesto excepcional)
* Los caballeros sirven como jinetes y desempeñan por turno las liturgias ordinarias
* Los pentacosiomedimnos (disponían de una renta anual superior a los 500 medimnos) sirven como jinetes pero, además están obligados a la onerosa prestación de la Trierarquía (título con que se nombraba a los que conducían un trirreme), es decir, el mando de un navío cuyo aparejo corría por su cuenta.

La libertad y la igualdad de cada ciudadano imponían su contracara al Estado-Polis, que debía ordenar el poder al servicio de aquellos. Así, para asegurar el imperio de la igualdad y permitir que los más humildes participen plenamente de la vida política, Atenas les concede indemnización a quienes están a su servicio, pero las obligaciones sobrevinientes en cumplimiento de esos trabajos públicos eran extensas.
Aunque el nacimiento y la fortuna no proporcionaban privilegios en la vida pública, siempre hubieron ricos y pobres; lo que se llevaba a la práctica nada tenía que ver con alguna especie de socialismo, se trataba simplemente de brindar medios protectivos para que los menos dotados de bienes materiales pudieran ejercer derechos cívicos en provecho de todos.
Como prueba de la asistencia estatal, puede mencionarse que los huérfanos de guerra eran educados con cargo del tesoro fiscal en calidad de pupilos de la ciudad recibiendo, a su mayoría de edad, una armadura completa de hoplita. Por su parte, los mutilados de guerra eran pensionados y, mas tarde, hasta se llega a dar ayuda económica a los inválidos por causas de infortunio laboral.
En tiempos normales, la ciudad como órgano político y en uso de su poder de policía se ocupaba de asegurar para todos el pan a pecio bajo. Estas funciones las cumplían varios colegios de magistrados que actuaban de conformidad con una legislación específica dictada a ese efecto.
Los sitofilaces, funcionarios que cuidaban la venta de granos, vigilaban que estos se vendieran a precio justo, que los molineros vendieran la harina en relación al costo de su intervención y los panaderos su producto en armonía con los anteriores. Eso, amén de controlar el peso de las ventas al menudeo.
Para evitar el acaparamiento, se prohibía a los mercaderes de cereales más de cincuenta cargas por vez; para facilitar el aprovisionamiento y dar regularidad al tráfico comercial se prescribía a todo importador enviar hacia Atenas las 2/3 partes de los granos traídos al Pireo.
A todas esas medidas tuitivas se agregaba que cuando un príncipe extranjero enviaba como regalo un navío cargado de granos o una expedición victoriosa se apoderaba de la cosecha de un enemigo, siempre se distribuía una parte entre todos los ciudadanos que se presentaran a solicitarla. Asimismo, periódicamente las hecatombes ofrecidas a los dioses proporcionaban un buen pedazo de carne a cada asistente.
En los años de guerra, por lo menos entre 410 y 406 AC, se le daba a los indigentes 2 óbolos (Diobelia) por día.
Después de ocuparse de las necesidades materiales que demostraban el espíritu integrador y protector hacia el necesitado, el Estado local procuraba satisfacer aspectos intelectuales y morales que elevaran el nivel cultural general. Las numerosas Choregias o Coregía (una forma, de servicio público, en la que los ciudadanos acaudalados tenían que hacerse cargo de los costos que acarreaba la contratación de coros para los certámenes líricos o dramáticos) sirven para preparar espectáculos a los que asiste un pueblo realmente enamorado de lo bello.
Todo el marco armonioso de derechos y deberes, públicos y privados, no se conformaba por una ligazón a la manera de un contrato tácito y vago. Por el contrario, el mismo año en que se cumplía la mayoría de edad, y antes de ser inscripto en el registro que garantizaba el derecho a la ciudadanía, el ciudadano prestaba solemne juramento cívico. En toda Grecia, según afirma Jenofonte, la ley exigía un juramento análogo.
Los jóvenes atenienses lo hacían en el templo de Agraulo.
De la fórmula utilizada en el siglo. V solo queda un rastro que indica un compromiso de no reconocer límites al Ática sino allende los trigales y herrenes (forrajes), los viñedos y olivares…Mas tarde, en el S. IV, se hacía frente a los 500, con las manos extendidas frente al altar los efebos decían:

“No deshonraré estas armas sagradas; no abandonaré a mi compañero en la batalla; lucharé por mis dioses y por mi hogar, solo o con otros. No dejaré a la Patria disminuida, sino más grande y fuerte que como la he recibido. Obedeceré las órdenes que la sabiduría de los Magistrados sabrá darme. Me someteré a las leyes en vigencia y a las que el pueblo establezca de común acuerdo (validez), si alguien quisiere destruir esas leyes o desobedecerlas, no lo soportaré y lucharé por ellas, solo o con todos. Respetaré los cultos de mis padres.”
Estas eran las obligaciones que debían contraer los ciudadanos antes de poder acceder a sus derechos resultando que estos compromisos se debían renovar anualmente ante los Dioses de la Ciudad.

Para magnificar las consecuencias que podía conllevar el juramento, baste pensar que Sócrates lo cumplió cabalmente.

Autor: Miguel Angel Salazar

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